Reordenando
el ordenador me he encontrado algunas cosas viejas que no subí a ningún sitio o
bien no acabé. Esta era la introducción de un artículo más o menos largo que se
titularía Cuestionar la Transición.
Ya lo seguiré. Parece que ese día no era capaz de anteponer el optimismo de la
voluntad al pesimismo de la razón...
Quienes
aspiramos a superar el estado actual de cosas no nos enteramos de nada. Vemos
movimiento, escuchamos ruido y sufrimos en primera persona la agudización de
las 'condiciones objetivas' pero lo único que nos queda es mirarnos los unos a
los otros y hacernos la eterna pregunta: ¿qué hacemos?
Somos
incapaces de dar respuestas, de ofrecer alternativas, de proyectar perspectiva.
Estamos en todas las movilizaciones, en asambleas universitarias, en
movimientos sociales, en partidos políticos y en sindicatos, ayudando como
buenamente podemos a intentar concienciar a la gente de que así vamos al
abismo. Se nos da bien porque llevamos toda la vida haciéndolo pero somos
incapaces de canalizar la indignación y transformarla en organización, que a
fin de cuentas es de lo que se trata.
A partir de
ahí todo son llantos, quejas, divisiones, trifulcas y desmoralización. Es
normal: somos incapaces de ponernos de acuerdo. El primer paso que debemos dar
es asumir nuestra derrota y reconocer la hegemonía del capitalismo. A partir de
este ejercicio de humildad podemos discutir sobre una supuesta crisis de
legitimidad, un programa o una estrategia, como queramos, pero sólo una vez
asumida la derrota por parte de la izquierda en su esplendoroso conjunto.
Una vez que
pisemos suelo, es imprescindible que sepamos responder con claridad a la
primera e ineludible pregunta que se nos plantea si queremos seguir adelante:
¿dónde estamos? Debemos analizar el contexto en el que nos encontramos para
poder realizar un diagnóstico a partir del cual podamos analizar cada situación
concreta. Si fallamos en el diagnóstico fallaremos a continuación a la hora de
adoptar tácticas, estrategias, programas o métodos de lucha. Daremos un paso
para adelante y otro para atrás. Nos bloquearemos, no sabremos para dónde tirar
e incluso estorbaremos, mientras la indignación queda en simple espontaneísmo,
es decir, en agua de borrajas.
Hay personas,
dentro de la izquierda que supuestamente aspira a un nuevo escenario, que se
niegan a reestudiar el contexto porque eso significa reestudiar la Historia y
eso, a su vez, significa asumir culpas y responsabilidades. También hay
quienes, independientemente de símbolos, carnés y arengas mitineras, se
encuentran a gusto en este sistema y sólo aspiran a dotarlo de un rostro más
humano. Tanto los primeros como los segundos tarde o temprano pasarán
lamentablemente a la trinchera enemiga por una razón tan simple como
científica: el capitalismo no sólo es incompatible con el rostro humano
sino que es incompatible con la propia Humanidad.
Declaraciones
de intenciones y juicios de valor aparte, veamos algunos de los aspectos
obligatorios de afrontar para responder de manera mínimamente rigurosa a la
primera pregunta: ¿dónde estamos?
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