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Un tal Esopo en una de sus fábulas cuenta algo así como lo siguiente: un tejón atrapó en sus garras a un gallo, al cual acusó, para comérselo, de molestar a los hombres y no dejarles dormir. El gallo, atónito ante la acusación, se defendió y afirmó que gracias a su canto los hombres se levantaban para poder realizar sus quehaceres. El tejón, ofuscado y frunciendo el ceño, levantó la voz y acusó al gallo de incesto por mantener relaciones con sus hermanas y su madre, a lo que rápidamente y con la seguridad altiva de los sabios, el galló respondió que eso también beneficiaba a los hombres, pues las gallinas ponían más huevos. Sumido en la cerrazón, acorralado y emberrinchado, el tejón cortó por lo sano y afirmó que a pesar de que el gallo alegaba desde la razón y el sentido, se lo comería igualmente.
Pues bien, si ese tejón realmente existiera, es muy probable que durante todo el mes de julio presumiera de rojigualda en su balcón, y por otro lado, si ese gallo realmente existiera, probablemente estaría en la cárcel por ser miembro de Askapena, Ekin o trabajador de Egunkaria. A saber, porque la obcecación española, o españolista para ser más exactos, sólo puede ser tildada de irracionalista y animal, de ahí que se pueda comparar con un tejón que es fiel a su naturaleza devoradora y se mueve por instinto, que embiste cuando se digna a usar la cabeza.
Y es que ya se sabe que en este país hay dos cosas que no encajan, o que sólo encajan en la cárcel: la cultura y lo vasco. Y si encima da la casualidad que se mezclan, pueden dar lugar a variopintas películas de acción de subgénero policíaco, donde se pueden ver redadas, porrazos, secuestros, incautaciones de materiales tan peligrosos como libros, torturas o encarcelamientos de jóvenes cuyo delito es el de manifestar su solidaridad con el resto de pueblos del mundo en actos públicos.
El odio a lo vasco es una característica más del españolismo moderno, junto con el fútbol, la incultura, el ostracismo político, la xenofobia y los chistes sobre catalanes cataños. Obviamente, esa «vascofobia» no es algo natural (si partimos de la premisa de que el españolista no es un animal, claro), sino que es consecuencia directa de una cierta demonización de todo lo que provenga de Euskal Herria. Dicha demonización es la prueba de que Franco sigue fantasmagóricamente presente en la sociedad española, y por lo tanto, el españolista medio sigue con el legado político de Franco, defendiendo la manida “Unidad de España”. Para esta unidad, los vascos, que cuentan con historia, lengua y cultura propia, representan un problema gravísimo, pues son unos separatistas, pretenden destrozar España, y si encima se cede ante sus peticiones seguro que luego habría que hacer lo mismo con los catalanes o los gallegos… Realmente ellos son el problema de España, y no el capitalismo o una Monarquía chupóptera encabezada por un Rey elegido y adoctrinado por Franco, al cual definió como “un jalón del acontecer español y un hito”.
Gracias a esa demonización, impulsada desde arriba y expandida por los medios de desinformación, la policía española está exenta de cualquier responsabilidad y puede actuar como se le antoje, ya que el españolista, cuando esté enchufado a la televisión y reciba la noticia de que no sé cuántos jóvenes han sido detenidos por pertenecer al «entorno de ETA», se lo tragará de forma sistemática, pues “todo es ETA”, y ante estos demonios de colmillos afilados sedientos de sangre, todo vale, pues es el principal origen de todos nuestros males, como bien saben los cuatro millones de parados. Es más, el españolista aceptará de forma sistemática barbaridades como ilegalizaciones de partidos (porque claro, no “condenan la violencia”, igual que el PP no condena la violencia franquista o el PSOE la ejercida por sus GAL) e incluso manifestaciones, es decir, la eliminación de un derecho tan inalienable para cualquier democracia que se precie como es el de la libertad de expresión y reunión. Con Franco también pasaba esto, por cierto.
Bajo este espectáculo de coartación de la libertad y la democracia, el público astuto se da cuenta de quiénes son realmente los buenos y quiénes son los malos: unos buscan y declaran la paz, otros buscan y declaran la guerra, bajo atractivas consignas pacifistas, eso sí. Pero por muy atractivas que sean estas consignas, el público astuto y culto debe de no caer en la trampa y ponerse del lado de los buenos, de los que buscan la paz, para que al final no ganen los malos, que como todos los malos, tienen las armas pero no la razón, que es más importante.
Algunas de las infinitas películas made in Spain, Estado Charanguero y de Pandereta por excelencia:
- Amnistía Internacional nos vigila: La más nueva. Basada en los interrogatorios de la policía española y concretamente en las torturas a los militantes Atristrain y Besance, los cuales llegaron incluso a perder el conocimiento al padecer los métodos de la policía española: «La bolsa», bien ajustada a la cabeza para que el detenido no pueda respirar, se asfixie o en el mejor de los casos simplemente pierda el conocimiento. Y «el frigorífico», habitación helada a la que llevaban al detenido desnudo y sudando tras haber recibido una ingente cantidad de golpes y porrazos.
- Euskal Herria no es el Oeste, pero también hay tiros: Basada en las detenciones de los militantes de Askapena por realizar actividades pacíficas y legales, todas ellas a la luz del día, y por estar a favor de la Autodeterminación e independencia de Euskal Herria.
- Guardia Civil, el brazo tonto de la ley: Basada en la impunidad de los policías que llevaron a cabo la operación contra el periódico Egunkaria por el mero hecho de ser euskaldún. Se metieron a varios trabajadores de dicho periódico en la cárcel por aquello de pertenercer a ETA, o al menos a su etorno. Sin embargo, la Audiencia Nacional acabó sentenciando que "el cierre del diario no tenía habilitación constitucional directa y carecía de una norma legal especial y expresa que la autorizara". El final es un poco desolador, ya que los malos quedaron libres y no cumplieron ninguna condena por meter la pata, además, nadie pudo devolver el tiempo pasado en la cárcel más los perjuicios a los buenos.