Representantes del apolítico CSI-F y del apolítico UPyD |
Es importante que un
dirigente de una organización sepa de lo que habla,
independientemente del carácter de ésta. Los tertulianos de radio,
prensa o barra de bar no suelen tener la más mínima idea de lo que
hablan, pero se lo pueden permitir, cosa que, a mi juicio, un
dirigente no. Hay un término que se empezó a utilizar hace casi doscientos
años: deontología. Es algo así como el conjunto de deberes
y normas éticas que deben acompañarnos especialmente cuando
realizamos una acción o tarea de manera 'profesional'. Esa
deontología es, junto a una digna capacidad intelectual, lo
que, según mi opinión, diferencia a un dirigente de una piltrafa
con traje.
Se habla mucho de
subdesarrollo económico pero nunca oímos hablar de subdesarrollo
político. Miren el panorama de nuestro país. El Presidente del
Gobierno es el autor de "los hilitos de plastina", el Jefe del Estado del "no volverá a ocurrir".
Es un claro reflejo del déficit político/cultural que sufrimos
desde hace siglos. Cuando en los países de al lado venía la Reforma
en España venía la Contrarreforma. Somos un pueblo que ha gritado
"vivan las cadenas" y "muera la inteligencia".
Somos el país que Carande describió como "demasiados
retrocesos". Y claro, eso se paga. El cáncer de la incultura
política se propaga como una metástasis desde las altas instancias
del Estado hasta el pueblo llano pasando por tertulias de televisión,
periódicos e intervenciones políticas y sindicales.
Esta falta de respuestas
paraliza a toda una sociedad que lo que realmente le pasa es que no
sabe lo que le pasa. Está harta, sabe que algo va mal pero ese
descontento lejos de provocarle una sensación de rebeldía le
bloquea y le hace caer en la reacción. Todos los políticos son
iguales. La culpa es del de al lado, es decir, del fontanero que no
hace facturas, del inmigrante y del vecino que ha vivido por encima
de sus posibilidades porque tiene dos coches. Es justamente en estos
tiempos de crisis, aprovechándose de la confusión y la falta de
perspectiva de la izquierda, cuando surge el populismo (que
per se no es malo) de derechas o bien de extrema derecha. No
necesariamente llegará la Revolución en callejones sin salida; en
Rusia sí, pero en Alemania llegó Hitler y en España llegó Rosa
Díez.
El panorama español es
desolador. Uno enciende la tele y lo mismo escucha a un tertuliano
preguntándose por qué ha bajado el consumo con la subida del IVA o
al representante de un sindicato diciendo que no respalda una huelga
porque se trata de una huelga política. Verán, yo creo lo
siguiente: sin un pueblo bien informado y bien formado, dispuesto a
participar de los acontecimientos políticos, no hay democracia, hay
otra cosa. Partiendo de este axioma, creo lo siguiente: la falta de
información y formación es el resultado estratégico de la clase
dominante para poder presentar sus intereses como los intereses
generales de todos. Por último, y como conclusión creo que: no
basta con que se agriete o disminuya el consentimiento del
pueblo a ser sometido, sino que además éste debe sentir la
necesidad de ser liberado, y para ello debemos disputar la hegemonía,
lo que significa abrir frentes hasta ahora casi desapercibidos: el de
la (socio)cultura, el de la información, el de lo mediático y el de
lo ideológico, por decir algunos.
Empecemos tratando de
explicar conceptos muy básicos y a la orden del día. Todo es
política: quejarse de los recortes, de los bancos, de la subida de
los precios, de la bajada del consumo y de lo malos que son todos los
políticos, es política. Si tú haces una reflexión sobre lo mal
que vamos o sobre el consumismo, estás haciendo política, asúmelo,
no tengas miedo a pensar, a meterte en líos y, en definitiva, a la
libertad, porque si no luego no tendrás derecho a quejearte: serás
responsable directo o cómplice en el mejor de los casos. No hacer
nada significa posicionarte automáticamente a favor de lo que está
pasando, a favor de inyectar dinero público a la banca privada y a
favor de más de 500 deshaucios diarios.
Sigamos tratando de
explicar, por ejemplo, que la mayoría de los derechos laborales que
hoy tenemos fueron conquistados mediante huelgas, incluído el
derecho a huelga. Lo que se denomina "juego democrático"
consiste en repartir poder, en una correlación de fuerzas en la que
dos contrincantes (o más) echan un pulso. En un lado está la
oligarquía, los bancos y los grandes empresarios representados por
los gobernantes serviles de turno. En otra estamos la inmensa mayoría
de los dominados que más allá de las discrepancias ideológicas que
creamos tener, compartimos los mismos intereses: un reparto justo y
equitativo de la riqueza, del trabajo y de los medios de producción.
Dentro de este juego una de las bazas más importantes que
podemos jugar es la de la huelga, a ser posible enmarcada dentro de
una estrategia a medio plazo que comience o prosiga al día
siguiente.
Cuando un político dice
que los recortes son necesarios, un representante sindical dice que
no respalda una huelga porque es política o un medio miente y
manipula, no basta con quedarse en la mera denuncia, hay que ir más
allá y presentar alternativas. Los recortes no son necesarios porque
se podrían evitar haciendo una reforma fiscal progresiva y
persiguiendo el fraude fiscal que asciende a 90.000 millones según
los inspectores de Hacienda. Una huelga es por definición política
porque sus reivindicaciones son políticas y quienes no la apoyan,
independientemente de a quien digan defender, se están poniendo del
lado del Gobierno, de los recortes. Los medios de comunicación son
empresas privadas en manos de capitalistas privados con intereses
antagónicos a los de la inmensa mayoría, por eso tienen que
recurrir a la manipulación para distorsionar la realidad; y además
de desmontar las mentiras nos comprometemos a dar información veraz.
Hoy la izquierda
transformadora o revolucionaria tiene un amplio abanico de
posibilidades y no tiene que suicidarse llevando el discurso de "yo
soy la verdadera izquierda, quienes están a mi derecha son unos
farsantes". Con la agudización de las contradicciones del
capitalismo y el desmoronamiento de la llamada socialdemocracia,
podemos dar la batalla por términos que antes no se podían disputar
a la derecha (oficial y oficiosa) y que son asumidos como normales
por la población en su conjunto: con términos como democracia o
soberanía y un poco de cintura se puede construir un discurso de
mayorías y a la vez rupturista.
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