Todas las gentes que aspiramos a
superar el estado actual de cosas debemos hacer autocrítica, especialmente la
gente que militamos en organizaciones con y por ese propósito. Sin autocrítica
no hay transformación posible. Bienvenida sea cualquier crítica inspirada en un
juicio científico, siempre.
La crisis de régimen tiene dos
caras. La primera es más fácil de constatar, ya que está atravesada por un deterioro
de nuestras condiciones materiales tan grande que se puede tocar con las manos
(paro, desahucios, hambre, pobreza…); es una crisis del sistema económico, pero
también del sistema político (bipartidismo, monarquía…) y del consenso social
en torno a las grandes ideologías del “franquismo sociológico” unificadas en una:
no te metas en política. La segunda, por otra parte, pone de relieve la
incapacidad de la “izquierda transformadora” de poner encima de la mesa un programa,
un proyecto y la ilusión necesaria para canalizar la indignación mayoritaria en
forma de ruptura democrática.
Vivimos tiempos líquidos en los
que prima la pose, el envoltorio, lo superficial y, en definitiva, el
continente sobre el contenido. El delirio de la posmodernidad se ha impuesto
también sobre la política, como no podía ser de otra forma. Se acabaron los
grandes relatos, empezando por ese que tantas revoluciones (con sus respectivas
conquistas) alentó el siglo pasado: la contradicción capital/trabajo. Como
empezaron a vislumbrar los grandes intelectuales de la izquierda posmoderna,
padres de la hoy “nueva izquierda”, conceptos como imperialismo o clase obrera
están obsoletos; ni que decir tiene la propia existencia del PC, aparato
burocrático copado por cuatro desfasados aferrados a la bandera. Damos más
importancia a la capacidad retórica de un señor antes que a un programa o a una
convergencia democrática. Pasamos de organizarnos porque hay que cabalgar contradicciones,
salvo las que se dan dentro de una propia organización, porque eso es un
tostón. Y viejo. Lo nuevo es una columna en Público. Hoy la contradicción que
mueve el mundo es lo nuevo contra lo viejo.
Y ya en serio. ¿Qué es lo viejo? O
más concretamente: ¿Qué es la “vieja política” de la izquierda? Para resumirla,
algunos rasgos característicos que se han dado, al menos en determinados
momentos, en las organizaciones de la vieja izquierda, empezando por las mías, totalmente
incompatibles y a combatir:
Personalismos alimentados por el ego
y las ambiciones de cada uno, unas más legítimas que otras;
Falta de democracia interna y de
respeto a los militantes apuntalando “pactos por arriba”;
Electoralismo vacío sacrificando la
convergencia social y programática desde abajo;
Desprecio a las clases populares mayoritarias
implícito presentando a intelectuales académicos como salvadores;
Desprecio a las asambleas de base
y los órganos internos dando prioridad a los medios de comunicación del
capital;
Operaciones tacticistas o
cortoplacistas, oportunistas en cualquier caso, que lejos de debilitar al
capital y sus representantes, lo ha fortalecido;
Para qué seguir...
No hay que ser muy astuto para
percatarse de que las viejas organizaciones de la izquierda han cometido y
siguen cometiendo errores de bulto, de ahí que no seamos capaces de ofrecer una
respuesta directamente proporcional a la agresión que sufrimos la mayoría
social. Del mismo modo, no hay que ser muy astuto para percatarse de que la
Operación Coleta nace como Benjamin Button: vieja. El movimiento encabezado por
Pablo Iglesias, escoltado por el exllamazarista Monedero o el filósofo pro-OTAN
Alba Rico, nucleado por la organización trotskista Izquierda Anticapitalista, y
emitido como exclusiva en la cadena de Berlusconi y en la web de Roures, tendrá
un discurso “fresco” o “nuevo”, pero también las peores prácticas de la “vieja
política” de la izquierda.
Algunos nos resistimos a entregar
la cuchara. Seremos unos trasnochados, anticuados o simplemente viejos, pero como decía María Teresa León, lo
viejo es rebelarse, lo nuevo es saber por qué. Si todos nos rebelamos por lo
mismo (una sociedad sin clases), nos veremos en el pedregoso camino y lo andaremos
juntos hasta la victoria. Esperemos que esto solo sea empezar con mala pata,
sin más.
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