jueves, 22 de enero de 2015

¿Qué es La isla mínima?



El cine español ha dejado en 2014 la mayor recaudación de los últimos tiempos y, aunque no por ello, una lista importante de películas buenas y muy buenas. El Festival de San Sebastián fue para Magical girl, de Carlos Vermut, una película que podría haberse llamado A spanish film, ya que es lo más parecido (a su manera) que veremos a la indescriptible película serbia. En los Goya también optan a mejor película, además de Magical girl y La isla mínima (Alberto Rodríguez), El niño (Daniel Monzón), Relatos salvajes (Damián Szifrón) y Loreak (Goenaga y Garaño). La lista de nominaciones la encabeza La isla mínima, con 17, seguida de El niño, con 16. Ésta última, salvando a Luis Tosar y el presupuesto, es una película que no pasa de buena: se parece mucho más a El príncipe que a la segunda temporada de The wire. Relatos salvajes es una buena película que ha sabido teatralizar el nihilismo tragicómico de nuestros tiempos; ay qué haría yo en este mundo si pudiera. No obstante, creo que La isla mínima será justa ganadora. La lista de nominaciones deja algunas sorpresas, de las que destacaría 10.000 km (Carlos Marqués-Marcet) y Hermosa juventud (Jaime Rosales), ambas sobre el amor imposible en un mundo imposible que describía Javier Egea, o sobre cómo las condiciones materiales lo condicionan absolutamente todo, incluidas nuestras relaciones. En la lista de nominaciones destaca la ausencia de Leviatán (Andrei Zvyagintsev) optando a mejor película europea, más aun habiéndole levantado el Globo de oro a Ida.


Alberto Rodríguez, que saltó a la palestra con 7 vírgenes en 2005, describiendo el mundo del lumpen, dio el campanazo en 2012 con Grupo 7, película de acción absolutamente necesaria que se llevó solo 2 goyas de 16 nominaciones. Ambas retratan a mundos excluidos, primero de la “modernización” de España y después de su burbuja. La isla mínima tiene mucho de eso. Más que un trhiller policíaco es una película que va sobre la Transición que no fue tal. Él mismo lo reconoce: su mayor influencia fueron los dos documentales críticos de los hermanos Bartolomé, Después de… (1981), en los que se nos dice que de transición modélica, nada de nada. Alberto es muy inteligente: sabe que la propaganda solo es buena si parece que no es propaganda. El éxito es tan rotundo que muchos de quienes hayan visto la película creerán que estoy exagerando, pero en absoluto: La isla mínima nos dice que en España no hubo una depuración de los aparatos represivos del franquismo y que la transición, en su sentido más amplio, no llegó a la “España profunda”. Ése es el mensaje que esconde la maravillosa atmósfera, la trama, el sonido y el magnífico elenco de actores.


Hay tres personajes que planean desde el principio al final, imprescindibles para entender mejor la película. El primero es Armando López Salinas, escritor comunista autor de la impresionante La mina (1959), recientemente editada por Akal y David Becerra, y de dos novelas que inspiraron al director como él mismo ha confesado: Caminando por las Hurdes (1960) y sobre todo Por el río abajo (1966). En ambas, los protagonistas se adentran dentro de la España más profunda donde, literal y materialmente, se quedó estancada hace décadas. Bastantes décadas. El primer libro utiliza fotografías de Luis Buñuel, que hizo lo propio en Las Hurdes (1933). El segundo describe, desde la perspectiva del realismo social, los recovecos del Guadalquivir: los planos aéreos de la película son magníficos.


El segundo es el fotógrafo Martín Aya, “el último fotógrafo que miró a la clase obrera”: “Fue fotógrafo en blanco y negro en un país que no conseguía coger color. Se interesó por los protagonistas de la parte de atrás de la historia, los de la España sin Transición, los que no lograron pasar de la humildad y la escasez al bienestar. Los aplastados. Como ese galgo exprimido que arrastra sus costillas por las marismas del Guadalquivir y agacha la cabeza, sumiso y huidizo. Un perro semihundido, en un país semienterrado. Ése, el que busca Aya”. Aquí algunas de sus fotos.


El último es Billy el Niño, pistolero franquista de tantos buscado por la justicia argentina ya que la española sigue fiel a la ley de “punto y final”, que es lo mismo que decir: aquí no ha pasado nada. Además, Alberto nos lo dice de manera inteligente: es gente normal, es gente que se integró y que te invitará a una botella de vino aunque no seas como él. Son personas. Y no podemos reabrir viejas heridas. Y tampoco podemos poner el grito en el cielo por ello, él mismo lo dice así: “Este país no es democrático, no está acostumbrado”. Brillante. Solo un año después vino el triunfante 23F, con la LOAPA, la paralización de las exhumaciones de fosas y de cualquier reforma democrática mínimamente profunda. A los dos años vino el PSOE con la mayoría absolutísima dispuesto a enterrar todas y cada una de las esperanzas de cambio real. Desde entonces, solo ha habido una película que se ha atrevido a cuestionar la versión oficialista de la Transición. Así nos va.

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