El triunfo de Susana Díaz dejó
una sensación de estupefacción y amargura entre las diversas gentes que aspiran
a algo mejor de lo que tenemos. A partir de ahí, llantos, insultos y tirones de
pelo. «Da
igual lo que hagan» o «nos merecemos lo que tenemos». Algunos incluso hablan de
masoquismo. Lo cierto es que razones para lamentarse no faltan: la región con
más paro de Europa vuelve a votar a los responsables políticos de los ERE’s y,
concretamente, a la elegida por el dedo del último presidente de Andalucía, hoy
imputado junto a su predecesor. Estas reacciones son humanamente comprensibles
pero no sirven para entender lo sucedido.
Me tragué la campaña entera. Destaco
un momento, probablemente el momento clave, en el que me indigné más que nunca
por dos razones: por la falta de educación y honestidad de Susana Díaz y porque
dio donde duele. Me refiero al segundo debate entre Antonio Maíllo, Susana Díaz
y Juanma Moreno, televisado por TVE. De manera objetiva (aunque objetivos son
los objetos) Antonio Maíllo ganó los dos debates, pues fue el único que aportó
alternativas, hizo un análisis riguroso y además puso encima de la mesa una
propuesta estratégica a medio y largo plazo para Andalucía. Programa y
proyecto: Política con mayúscula. Por otra parte, había un pique dialéctico
bipartidista entre Juanma y Susana, marcado por las interrupciones de ésta. Llegado
el momento Maíllo, indignado, dio con el quid de la cuestión dirigiéndose a
Susana: «Andalucía no es usted».
Y es que la estrategia de campaña de
Susana ha sido una brillante estrategia populista. De la estrategia populista,
independientemente de quien la ejecute, destaco cuatro aspectos que han sido
desarrollados con éxito por el PSOE de Andalucía:
1.
Liderazgo fuerte. Las sociedades posmodernas no necesitan
dirigentes sino líderes. Y una de las cualidades más importantes de éstos es la
fortaleza: algo que demostró Susana desde la ruptura del Gobierno andaluz hasta
las interrupciones a Juanma Moreno en los debates, pasando por la apuesta
absoluta de hacer de su propia persona el eje central de la campaña. Pero no
bastaba con esto: un liderazgo es realmente fuerte cuando se funde en simbiosis
con el Pueblo. El líder no se representa a sí mismo, ni siquiera al partido,
sino al Pueblo en su conjunto. Él es el Pueblo y quien se meta con él se está
metiendo con el Pueblo. Si esta asociación no chirría demasiado podemos hablar
de un liderazgo hegemónico. Un apunte: todos sabemos que la sociedad está dividida
en clases sociales con intereses antagónicos. ¿Qué significa que una clase es
hegemónica (y tiene el consentimiento
de una parte importante de las otras)? Que es capaz de presentar sus intereses
particulares de clase como los intereses generales de todos. Rajoy nunca habla
en nombre de la derecha, ni del PP, ni de la minoría privilegiada para la que
gobierna: habla en nombre de España. Susana consiguió imponer todos sus
relatos: el de la ruptura por inestabilidad, el de que hay dos caminos
diferentes y el de Andalucía soy yo.
2.
Nacionalismo. Toda estrategia populista se basa en la defensa de “los nuestros”
frente al ataque de “los otros”. El antagonismo político tiene su origen en
Carl Schmitt y en resumen podríamos definirlo como la creación de un escenario
dividido en amigo-enemigo. Andalucía es una tierra especial, atravesada por un andalucismo importante frente al histórico
centralismo español. Esto Susana lo aprovechó con éxito: huyó de los típicos
fondos rojos del PSOE y los sustituyó por los colores verde y blanco. En cada
fondo, en cada lema, en cada discurso una palabra era repetida hasta la
sociedad: Andalucía. “No somos el PSOE, no somos la izquierda: somos Andalucía”.
El colofón: los sobres del mailing
que incluían los votos estaban pintados con la bandera andaluza. ¿Cuál ha sido
y sigue siendo el principal problema del PP y de la derecha en general en
Andalucía? Que el andalucismo es
hegemónicamente de izquierdas porque la Autonomía la trajo ésta y el PP no
tiene proyecto de Andalucía (Alianza Popular pidió la abstención el 28-F de
1980, por cierto). A la izquierda transformadora a nivel estatal le pasa
precisamente lo contrario: el españolismo
es hegemónicamente de derechas y no tiene proyecto de España.
3.
Enemigo externo. Creo sinceramente que Juanma Moreno no ha hecho una mala
campaña, aunque no pudo quitarse la imagen de representante de los señoricos y tampoco supo marcar el
terreno donde disputar la partida. La iniciativa la llevó en todo momento
Susana, llevando el debate a Madrid y señalando al Gobierno central como el
origen de todos los males de Andalucía. Estamos hablando del Gobierno más
impopular de la historia del que también destaca, y esto es cierto, una actitud
casi morbosa contra Andalucía. Es una relación que retroalimenta a ambas
partes, que salen beneficiadas del toma y daca: solo hay una persona capaz de
plantar batalla al populismo de Susana Díaz: Esperanza Aguirre, que utiliza sus
mismas armas. Así, Susana situó el enemigo de Andalucía en Madrid y se parapetó
en una defensa “nacionalista” de su tierra: Madrid quiere masacrar a Andalucía
y los contrincantes políticos que se meten con Susana Díaz se están metiendo
con Andalucía. Una visión insultantemente paternalista pero efectista: en
política, cuanto más simple, mejor.
4.
Emocionalidad. Desde nuestro marco entendemos que la política es programa y
proyecto. Desde un análisis estrictamente racional nuestro programa es el
mejor, no porque lo digamos nosotros sino porque objetivamente va encaminado a
mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la gente. Y aun así vemos cómo
la mayoría de esa gente vuelve a votar a quien le roba, le engaña o le recorta.
Para bien o para mal la política es algo eminentemente irracional y emocional:
no gana quien tiene mejores argumentos sino quien genera las emociones
adecuadas en los momentos adecuados. También en política, la razón es esclava
de la emoción, y no al revés. Susana tiró constantemente de storytelling y de
un discurso emocional al que las propuestas, el programa o un análisis riguroso
no solo no le hacía falta, sino que le estorbaba. Aunque bajo mi punto de vista
ha sido algo chapucera, ha cumplido los requisitos imprescindibles de la
comunicación de hoy en día: simplificar, repetir, reenmarcar y traducir en
emociones. Si a esto le añades el control absoluto de los medios de
comunicación, poco tienen que hacer tus propuestas programáticas elaboradas
colectivamente. Triste pero cierto.
También hay otros factores importantes
a tener en cuenta para entender los resultados de las elecciones. Un grado de
concienciación importante de los andaluces pero a la vez de resistencia a
cualquier cambio, las redes clientelares principalmente en la Andalucía rural (que
es mayoría) y una exitosa campaña mediática-electoral de año y medio, son otros
factores a tener en cuenta. Así como la debilidad organizativa de Podemos o la
pérdida de credibilidad de IU tras el cogobierno.
En cualquier caso, la arriesgada
Operación Susana ha sido un éxito. Quien lleva la iniciativa tiene todas las de
ganar: el arte de la guerra dice que si tienes que batallar tienes que hacerlo
en el terreno en el que te sea más favorable. Andalucía era el terreno más propicio
para el PSOE y, no lo olvidemos, para el bipartidismo. Una derrota de IU y un
frenazo de Podemos sería suficiente para que el régimen culminara el proceso de
“revolución pasiva” que inició hace tiempo: cambiar todo para que nada cambie.
Un lavado de caras, e incluso de partidos si es necesario, que regeneren el
sistema y lo dejen como nuevo: que haya cambios en la superestructura política
pero la infraestructura económica siga intacta. Por el momento van ganando y el
“cambiazo” está más cerca que el “cambio”.
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