jueves, 17 de septiembre de 2015

Continúa la fiesta catalana



No hay tregua. Rajoy sigue haciéndole la campaña a Artur Mas, antes con la Merkel y ahora con Obama. Solo le falta llamar al Hermano Mayor para dar imagen de control y normalidad. Al menos los asesores del PPC tienen la idea clara: para que parezca que su candidato no es tan torpe, sacan a otros más torpes; Morenés hace de poli malo y Albiol de poli bueno, rebajando su perfil de radical. A río revuelto ganancia de pescadores, y ya están esperando con la mano puesta en Madrid los frutos de una tensión que solo favorece a Rajoy y Artur Mas. Éste solo tiene que poner a funcionar la maquinaria engrasada durante décadas, de los medios de comunicación a las redes clientelares, pasando por la intellingentsia, es decir, las élites culturales e intelectuales procedentes de todos los sectores ideológicos, cooptadas a golpe de cargos y reconocimientos institucionales.

Y es que no se puede entender el esperpento catalán sin atender a la maestría de Pujol en esto. Primero fundó un banco, luego el partido; a partir de ahí, el resto viene dado. Si la gran obra de Margaret Tatcher fue Tony Blair, qué podemos decir de la herencia política de los Pujol. Liquidan el PSUC y crean Iniciativa per Catalunya, que con ese nombre parece normal que Rafael Ribó se posicionara contra Anguita cuando éste criticaba al molt honorable en los duros términos que se merecía. Hasta el viejo militante e historiador Josep Fontana pareció pedir una especie de extremaunción intelectual al decir poco menos que el pueblo catalán es históricamente superior a los castellanos.

Poco se puede decir del PSC, por mucho que su candidato, conocido a la hora de comer en su casa y en labores de fontanería dentro del partido, intente colarse en los medios de comunicación como buenamente puede, o sea bailando, cosa que me parece lo menos grave de toda la campaña catalana, dicho sea de paso. Y no mucho más puede decirse de ERC, que cumple a la perfección el papel que históricamente ha cumplido de sujetar velas a cambio de una parte del pastel. Su líder podría haber liderado el procés, pero cuenta con un defecto tan entrañable como imperdonable en el arte de la politiquería: a diferencia de Mas, se lo cree. Tanto es así, que aceptó la lista única y su papel secundario porque Mas le dije que o eso o no había elecciones. Todo por la Patria.

Mención aparte merece la CUP, los independentistas de “extrema izquierda” que presidieron la comisión de investigación del caso Pujol y siguen sin rascar bola en los barrios obreros del cinturón rojo. No por casualidad, la independencia es una cuestión prioritaria solo entre los catalanes ricos, pero supongo que esta es una cuestión menor, un detalle sin importancia. Ahora andan acusando de “etnicista” a un Pablo Iglesias que se atrevió a mencionar a los catalanes de origen andaluz y extremeño. Supongo, de nuevo, que priorizar la cuestión nacional e ir detrás de una burguesía corrupta y xenófoba, solo por el hecho de ser catalana, es una estrategia revolucionaria alejada de cualquier “etnicismo”.

Luego están los de Catalunya sí que es pot, a los que yo votaría, que es un frente de izquierdas, es decir una sopla de siglas (Podem, ICV, EUiA y EQUO) que intenta ocupar un espacio intermedio. La candidatura nace con limitaciones importantes por su propia confección, que se acrecientan cuando sus buenos chicos no pueden quitarse la camisa de cuadros de académicos y sacan a relucir su ambigüedad. Esto quizá se entienda analizando las influencias intelectuales de una parte de sus dirigentes y portavoces, prestados a un voluntarismo que ve en el nacionalismo burgués el tren hacia la "ruptura democrática". Con una pizca de suerte y democratismo tendremos algo peor que la tragedia griega, y luego los unos mirándonos a los otros. Aun así, Pablo Iglesias lo intenta, le dice a Artur Mas que le va a dar látigo, pero su relato no llega a calar: por un voto que le gana a la CUP, pierde otro hacia el PSC y dos hacia Ciudatans. Y es aquí donde acaba la gracia de la campaña: el voto “antisistema”, el voto anti-Artur Mas, es decir, el voto de la mayoría social catalana que no puede permitirse ir a ver la final de la Copa del Rey para pitar el himno, es para Ciudatans. Tiene narices.

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