Ya escribí sobre la serie Gomorra, cuya primera temporada me fascinó. Tras la segunda temporada creo que podemos afirmar que es la mejor serie sobre «el poder», por encima de la aclamada hasta la extenuación Juego de tronos. Cuando se habla del poder automáticamente uno visualiza en su cabeza lo político, con sus personajes, liturgias e instituciones, cuando la política es (o puede ser) tan solo una expresión más del poder, prácticamente nunca la más importante. A esto han contribuido series como Borgen, un auténtico panfleto liberal (en el buen sentido), o House of cards, un cínico delirio en la misma dirección.
Gomorra nos brinda dos dimensiones distintas pero complementarias
en relación con eso que entendemos como poder, inabarcable en una sola
definición y diferente según la ciencia desde donde se mire.
No se puede entender ningún
fenómeno económico-social, en este caso el de la droga, sin enmarcarlo dentro
de un contexto determinado. Los datos están ahí para el que los quiera ver: si
se paralizara el mercado de la droga (a gran escala), el sistema colapsaría.
Los paraísos fiscales existen porque allí va el dinero de la droga, del tráfico
de armas y de la trata de blancas. Esos grandes empresarios defraudadores tan
solo son los listillos que se suman a la fiesta. Insisto, hay datos de sobra para
el que los quiera ver. Siguiendo como The
wire nos enseñó a seguir el rastro del dinero, vemos lo delgada que puede
ser la línea que separa a un mafioso de un gran constructor de esos que crean
muchos puestos de trabajo y mucha riqueza. Esto puede sonar ideológico, pero lo
cierto es que el guion es diáfano: “Esto es capitalismo”, llega a decir
literalmente Salvatore Conte a propósito de la organización de la banda. Pero
quizás la frase más sugerente en relación a lo dicho al principio del párrafo
la sentencia Don Pietro: “La demanda hace el mercado”, refiriéndose a que el
negocio de la droga nunca dejaría de dar beneficios. Efectivamente, en el libre
mercado la demanda se impone y por encima de ésta la maximización de los
beneficios. Da igual de dónde venga el dinero, da igual a dónde vaya, eso queda
fuera de la lógica que hace andar el motor. El poder, en este caso económico,
no entiende de cuestiones morales. Esta es la primera lección de Gomorra.
Por otro lado, nos muestra el
poder como una correlación de fuerzas representada por distintos personajes que
a su vez representan a distintos grupos. Aquí entramos en la dimensión más
entretenida de la serie, en ese escenario donde aparece las "estrategias maquiavélicas" y Sun Tzu. Entre la lucha a muerte de los dos
principales líderes enfrentados hay un punto de inflexión: O’ Principe, la
prueba inequívoca de que en la lucha por el poder no caben cuestiones morales
ni momentos de debilidad. Si no te ajustas a la lógica, estás fuera. La famosa
escena “power is power” de Cercei en Juego
de tronos es la única manera de explicar esto sin hacer spoiler, aunque también
podríamos recurrir a la ya famosa pregunta de Stalin a Laval: “¿Cuántas
divisiones tiene el Papa?”. Power is power.
Pero el poder, según Gramsci,
no es solo fuerza y coerción, sino también consentimiento, legitimidad. Si
mandas y eres capaz de hacer coincidir tus intereses con los intereses
generales (en este caso con los de las “plazas”), tienes hegemonía; si mandas
únicamente a través de la fuerza, tienes dominación sin hegemonía, lo que más
tarde o más temprano te costará la derrota. Los dos grandes líderes
enfrentados, Ciro y Don Pietro, aun coincidiendo en lo básico tienen visiones y
estrategias distintas. Ciro dice (y vuelvo a citar textualmente): “Yo creo que
quien manda no debe olvidarse de una cosa: su poder está en manos de los que
están por debajo de él”. Por el contrario, Don Pietro afirma: “La democracia no
funciona, porque los perros se comen entre ellos si no hay bastón”. Bastante antes
de tal sentencia, en una situación desfavorable, llegó a decir: “Aunque
mandemos, no tenemos un verdadero poder”. Esta involución será determinante
teniendo en cuenta que no gana quien tenga más fuerza (aunque sea un factor
importante) sino quien sea capaz de atraerse consigo a una parte de los otros. Creo que esta premisa es
válida para entender el maravilloso final.
Dijo Mao que “el poder nace de la boca del fusil”, pero tanto Mao como el anteriormente citado Stalin, ambos exitosos estrategas de guerra, olvidaron que a veces el poder no se mide en divisiones sino en el número de hombres y mujeres dispuestos a predicar tu palabra. Olvidaron, en definitiva, que una cosa es conquistar el poder y otra mantenerlo.
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