Esta mañana fui a la sede para
arreglar unas reclamaciones por el tema de las cláusulas suelo. Poco antes de
salir por la puerta me encargaron la tarea de pegar unos carteles que anuncian
un acto sobre la reforma de las pensiones, cuya cabecera dice: “hay salidas
para la crisis”. Había pegado unos doce y me quedaban tres. Recién pego el
décimo tercero, se me acerca un hombre de unos treinta y pocos años. Por su
ropa –manchada de alguna “chapucilla”-, sus manos trabajadas y su manera de
hablar, deduzco que de clase trabajadora-baja; un currela. Estábamos en uno de
los clásicos “barrios obreros” de Granada, no hay fallo. El caso es que se me
acerca y me pregunta, de manera un tanto beligerante:
-¿Compadre, hay salidas para la
crisis?
-Claro que hay, hombre –le respondo
sorprendido.
-Pues dame un trabajo –me replica
sin dejarme explicar.
-No es tan fácil, yo no tengo una
lámpara mágica… -caigo en la cuenta de que en el momento en que tengo que justificarme lo tengo todo perdido.
-¿Cuánto te pagan por pegar
carteles? –me pregunta como si le debiera algo.
-A mí nada, hombre…
-No me lo creo –me espeta
interrumpiéndome.
-Claro, hombre. Esto se hace por
vocación militante. Por intentar ayudar a la organización y a la gente.
-Um…
-De hecho más que ganar, pierdo
dinero y lo que es peor, mucho tiempo.
-¿Entonces tú a qué te dedicas? –pregunta
sorprendido y con aires de desprecio.
-Soy estudiante. Estudio Ciencias
Políticas y de la Administración.
-Ah, ya quieres enchufarte tú
también a meter la mano.
-¿Tú crees que alguien que se
dedica a pegar carteles, perdiendo tiempo y dinero, aspira a ser un corrupto más?
Si eso, estaría en otros sitios.
-Todos son unos corruptos –afirma
con altivez de sabio o ignorante.
-No hombre, no. Eso lo suelen
decir quienes llevan toda la vida votando a los mismos y ahora, a la vejez, se han
enterado de a quiénes vota –reflexiono un momento para intentar reconducir la
conversación antes de que sea demasiado tarde y me dispongo a poner el ejemplo
que nunca falla: Anguita.
-¿Es que el González no era un
corrupto?
-El González y su gente puede,
pero eso no significa que todos lo sean.
-¿Y el Anguita, es que no robaba?
–me interrumpe.
-Qué va, qué va… -me río
consciente de que estaba buscando papas en un rastrojo de maíz y sigo mi camino
con un “hasta luego, compañero”.
Cuento esto porque me parece una
estampa representativa del lumpenproletariado de polígono o periferia; del
proletariado en harapos, caldo de cultivo para el fascismo, que se venderá a la reacción, ya sea ésta
representada por un militar golpista o por un tecnócrata, dada la brutal
degradación de sus condiciones materiales y su falta de conciencia (de clase).
Del mismo modo, es un caso que
refleja perfectamente cómo canaliza la ideología “antipolítica” que nos
inoculan –principalmente- desde los medios de comunicación, el descontento y la
indignación del pueblo llano hacia posiciones reaccionarias. El “todos son
iguales” tiene un mensaje claro y directo al bajo vientre: no hay Alternativa.
Los que están son malos pero quienes vengan detrás, independientemente de
quienes sean, serán iguales o peores. Porque la corrupción es inherente al ser
humano, egoísta por naturaleza, no tiene nada que ver con el sistema y la forma
de organizar el poder en éste.
¿Conclusión? Si no somos capaces
de canalizar la indignación de los currelas que ven HyMyV, de quienes aspiran a
volver a 2005 para comprarse un coche con llantas o de las chonis y canis (utilizo
ambos términos sin connotaciones despectivas, únicamente como intento de
catalogación), estamos perdidos. Centrarse en la Universidad, a la que sigue
sin ir una parte importantísima de clase obrera (que, como paradoja, viste
zapatillas Nike y ropa interior Hike), en los funcionarios y en eso que los
liberales llaman “clases medias”, es un error. Es la clase obrera, por sus
niveles de explotación, disciplina y organización (por la posición que ocupa en
el proceso productivo), quien debe dirigir un proyecto revolucionario o
transformador. No nos engañemos: la única revolución que hizo la ‘clase media’
fue en Alemania, en 1933.
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