De izda a dcha, el excanciller alemán Willy Brandt, González y Guerra, el 13 de octubre de 1974 tras el Congreso |
"Reina el caos bajo el cielo; la situación es excelente"
Casi al mismo tiempo que el PSOE
conmemora su 40 aniversario del Congreso de Surenes, Podemos decide qué quiere
ser de mayor. Su Asamblea fundacional se celebró hace pocos días, para más saña
en Vistalegre, antiguo fortín socialista en el que los dirigentes del PSOE
pregonaban en olor de multitudes las maldades de la derecha. Ha sido el propio Pablo Iglesias el que astutamente ha
jugado con algunos paralelismos de esta con aquella época. Por mucho que se
diga, el gran partido del régimen (dicho sin pasión, ni siquiera beligerancia)
no es el PP sino el PSOE. Él puso en marcha todo esto y en él, más allá de
tendencias electorales, anida lo poco que queda del consenso, que sigue siendo el
pilar de la llamada Cultura de la Transición. Pablo Iglesias lo sabe, de ahí
sus continuos y eficaces guiños al votante socialista.
De manera muy resumida, el
Congreso de Suresnes supuso la liquidación política del PSOE (más bien de lo
que quedaba) como partido revolucionario. En él se apartó a la dirección
histórica encabezada por Llopis y surgió otra liderada por Felipe González y
Alfonso Guerra. Aunque fuera más adelante (en 1979) donde el partido debatiera
la renuncia del marxismo (Felipe perdió y renunció, en un acto de chantaje sin
paliativos hacia sus compañeros y rivales) y pocos meses más adelante donde, ya
sí, se abandonara definitivamente el marxismo en un Congreso extraordinario,
creo que Suresnes fue la clave.
La construcción del PSOE que salió
de allí no se puede entender sin la aportación de tres asesores fundamentales: los nortamericanos, que a partir de los
sesenta se empezaron a preocupar por la radicalidad de la oposición
antifranquista (hegemonizada por el PCE) y temían que aquello detonara en un Gobierno
alineado, aunque fuera tímidamente con la URSS, en un contexto de Guerra Fría
(la Revolución portuguesa de los Claveles en 1974 acabaría metiéndoles prisa y
miedo); la socialdemocracia alemana, que previamente ya había entregado la
cuchara y animaba a sus homólogos españoles a hacer lo propio; y por último, el llamado sector reformista
del franquismo, cuya obsesión era neutralizar a los comunistas y aspirar, a lo
sumo, a una democracia liberal en la que demócratas cristianos y
socialdemócratas sellaran un nuevo Pacto de El Pardo y jugaran a turnarse en el
Gobierno, discutiendo entre ellos muy acaloradamente, pero estando de acuerdo
en las cuestiones fundamentales, entre ellas la economía.
La Transición fue un ejemplo
paradigmático de transformismo. Por resumirlo muy brevemente: las clases
dirigentes se vieron obligadas a reformarse y para ello se vieron obligadas a
un cambio de caras, de discursos e incluso de partidos, pero también a asumir
una parte de las propuestas de la oposición, siempre llevando la iniciativa y
convirtiendo a ésta en una oposición “moderada”, “responsable” y, cómo no,
gobernable. En esta tarea no estuvo solo el PSOE, pero todo lo que vino después
no se puede entender sin Suresnes. En el municipio francés se produjo un
abordaje en toda regla, que acabaría condicionando la realidad política de
nuestro país hasta el día de hoy.
40 años después, protagonistas de
aquel proceso nos hablan de la necesidad de una segunda Transición, de un nuevo
consenso, de un nuevo pacto. La situación es muy parecida: una crisis económica
brutal y una crisis de régimen que muestra sin ningún tipo de piedad la
carencia de legitimidad de las clases dirigentes. Saben que esto es cuestión de
tiempo y necesitan anticiparse, llevar la iniciativa en todo momento y vaciar
de contenido las propuestas alternativas: el objetivo sigue siendo imponer esa
visión aristotélica de la política como el arte de lo posible, quedarse en la
gestión, en lo superficial, en la forma y en el continente.
Solo partiendo de este contexto
podemos entender el apoyo unánime de los medios de comunicación (sin excepción
al servicio del poder económico) a las propuestas alternativas al equipo
promotor liderado por Pablo Iglesias. Llegados
a este punto hace falta una aclaración: sí, los medios apoyaron
mediáticamente a Podemos para delimitar el ascenso de IU, pero ese apoyo va
mucho más allá; de lo que se trata ahora es de domesticar a Podemos y evitar,
entre otras cosas, cualquier tipo de alianza con IU. Mi querido amigo Nega de
Los Chikos del Maíz sabe perfectamente que los medios de comunicación no son
neutrales ni apolíticos: tienen intereses políticos, ideológicos, partidistas
y, por supuesto, de clase. Los tienen ahora que apoyan sin cortapisas a Pablo
Echenique y Teresa Rodríguez, pero también los tenían antes cuando vetaban a IU
y emitían publirreportajes de Podemos. Dicho esto, Podemos está ahí de motu
proprio por saber leer mejor que nadie la realidad concreta, lectura que les ha
permitido conectar con la indignación de la mayoría social.
Partiendo de que toda la política
es conspiración pero no se puede entender políticamente nada partiendo de
supuestas conspiraciones, ¿por qué apoyan los medios las propuestas de
Echenique y Rodríguez? ¿Acaso son agentes infiltrados del CNI? En el fondo es
más sencillo que todo eso: las propuestas alternativas al equipo promotor
permiten de manera facilísima un abordaje que dejaría a lo de Suresnes en una anécdota.
Descentralización territorial, discrecionalidad para los círculos y vía libre
para presentar candidaturas propias en las municipales (España tiene más de
8.000 municipios) significaría el ascenso de trepas, el tránsito calculado y
poco honesto de distintas gentes en bloque y, en definitiva, la conversión de
Podemos en una jaula de grillos sin capacidad política siquiera para que soportar
las inevitables contradicciones.
¿Qué es lo que suena realmente
mal de todo esto? Que el discurso democratista, asambleario y horizontalista es
tremendamente contradictorio con la estrategia en general y, en concreto, con
la estructura de Partido de la que se servirá Podemos. Digo esto sin acritud,
al contrario, con cierta admiración: es centralismo democrático de toda la
vida. ¿Cuál es el problema? Que el equipo promotor está siendo víctima del “monstruo”
que ellos mismos se encargaron de crear. Seguramente fuera (y sigue siendo)
necesaria determinada retórica, pero ahora les toca cabalgar las
contradicciones y aguantar el vendaval. Bienvenidos a la política real,
compañeros.
Una aclaración para terminar.
Hablo de Podemos desde fuera. No soy ni militante ni votante, pero soy
consciente de que la construcción de la Unidad Popular dependerá en buena
medida de ellos. Creo que para Podemos, y por tanto para la Unidad Popular (si
creen que pueden ellos solos morirán… heroicamente pero morirán), es necesario
que gane el equipo promotor encabezado por Pablo Iglesias. El contexto
histórico nos exige altura de miras a todos aquellos que aspiramos a un proceso
constituyente que supere el actual régimen político-institucional y el modelo
económico. El sillonismo de unos y el adanismo de otros son lastres igual de
nocivos. La dialéctica es restauración o ruptura democrática: por primera vez
en décadas tenemos la oportunidad de construir un movimiento real lo
suficientemente potente como para superar el estado actual de cosas. Con
valentía y sin olvidar dos cosas: que existe la posibilidad de transformismo y de “revolución pasiva” y que salvo el poder todo es ilusión.
PD: Cuando se habla del PSOE de
Suresnes en concreto y de la Transición en general se suelen lanzar graves
acusaciones, alguna demasiado estridente. Que nadie se escandalice: hay
bastante literatura sobre ello. Algunos libros fáciles de conseguir son Soberanos e intervenidos de Joan Garcés,
La CIA en España y Claves de la Transición 1973-1986 (para
adultos) de Alfredo Grimaldos, El
amigo alemán de Antonio Muñoz o El
PCE y el PSOE en (la) Transición de Juan Antonio Andrade. Hace pocas semanas
El Mundo publicó esta noticia, para los curiosos.
Muy buena reflexión, enhorabuena por el artículo
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