jueves, 21 de julio de 2011

Introducción de un ensayo sobre el amor y sus formas


Desde hace ya bastante tiempo tenía pensado escribir sobre este tema, aunque nunca me había echado pa'lante. Finalmente me decidí por varias razones que explico en el propio "ensayo", el cual todavía no está terminado, pero la principal es para agradecer de alguna forma a todas esas personas que siempre me han confiado sus problemas, especialmente a mis amigas. Un beso.

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Introducción de Sobre el amor y sus formas. Consejos vendo pero para mí no tengo

Los que por alguna u otra razón queremos hacer llegar nuestro mensaje a la gente, en mi caso por ser político, sabemos que para ello tenemos que ser claros, directos, concisos y dejarnos de debates sobre cuestiones abstractas. Una de las cuestiones abstractas por antonomasia de la juventud es la del amor. Unos afirman con rotundidad que sí existe y así lo declaran a los cuatro vientos en sus estados del Tuenti, algunos por el contrario intentan mostrar su lado más frívolo y dicen que no, que eso son cosas de niños chicos, y otros simplemente se dedican a vivir, a sentir emociones y no pierden el tiempo en debates absurdos que nunca llegarán a nada.

Por si queda alguna duda, yo pertenezco a los últimos, así que he de pedir perdón por lo engañoso del título, ya que no hablaré sobre el amor, aunque espero que nadie se sienta decepcionado por ello a estas alturas de partido. Sí hablaré sobre algunas formas de los que hemos estado solos, nos hemos enamorado -entendiendo enamorarse como sentir algún sentimiento profundo sobre otro persona- y hemos vuelto a estar solos pero sin poder dormir como el buen poli, al que o le falta una pieza del rompecabezas o no tiene la conciencia tranquila.

De lo que se trata es de poder dormir sin que sintamos que nos falta una pieza del rompecabezas y con la conciencia tranquila. Para ello, la solución no consiste en que logremos volver con nuestra ex, tampoco en que consigamos ligar con todas nuestras vecinas; consiste en que de una vez por todas aprendamos a estar solos. Así de sencillo. Horas, días, semanas y meses de torturas, de releer mensajes, de estrujarnos la sesera pensando qué pasó o de quién fue la culpa, de cubalibres de más, de llantos, de mojigangas, de sonrisas fingidas, de ligoteos vacíos, y todo porque no sabemos estar solos. A pesar de que, en realidad, hemos estado solos -sin pareja- prácticamente toda nuestra vida incluyendo la etapa más feliz que suele ser la niñez en la que, salvo excepciones extraordinarias, no tenemos pareja.

Y no os asustéis: cuando digo que tenemos que aprender a estar solos, que a nadie le venga a la mente la típica escena de un hombre solo en el asilo, secándose las lágrimas, resignándose a la idea de que, pobre de él, nadie lo ha querido en su tortuosa y solitaria vida.

Se trata de todo lo contrario ya que única y exclusivamente conseguiremos atraer a personas nuevas y conseguiremos llevar de manera sana nuestras relaciones cuando aprendamos a estar solos. En realidad esto no es ningún galimatías paradójico, es fácil de entender, especialmente la primera cuestión -la segunda merece ser comentada posteriormente con más detalle-, ya que si a nuestro alrededor tenemos dos personas, una que anda lloriqueando por las esquinas y no valora su vida, y otra que es divertida, risueña, alegre y valora tanto su vida que nos despierta incluso un pequeño sentimiento de idolatría, automáticamente querríamos conocer más sobre esta última persona.

Así que, bajo mi punto de vista, estos son los siguientes ejes sobre los que se basa no ya una relación, sino un estado emocional sano y fuerte tanto en pareja como en solitario:

Aprendemos a valorarnos y a querernos. Aprendemos a estar solos. Aprendemos a aplicar frío o calor en nuestra relación. Aprendemos a llevar de manera digna una ruptura... Y vuelta a empezar.

Y así, mientras nuestro corazón, ligero de equipaje, va recorriendo este periplo sin ningún tipo de regularidad temporal, nosotros seguiremos siendo la misma persona. Esa que hace reír a sus amigos, esa que, valiente, en su momento ya toreó en peores plazas, esa sin la cual su familia no podría vivir y esa que con pequeños detalles insignificantes es feliz y sabe que hay seis millones de razones por las que vivir.

La vida es todo lo contrario a una procesión cristina así que ya está bien de flagelaciones, el amor es para los valientes.

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